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22 Mientras recobraban fuerzas, los hombres de la ciudad, gente malvada, cercaron la casa y, golpeando la puerta, le dijeron al anciano, dueño de la casa:

— Sácanos al hombre que ha entrado en tu casa, para que nos acostemos con él.

23 El dueño de la casa salió fuera y les dijo:

— No, hermanos míos; por favor, no obren semejante maldad. Habiendo entrado este hombre en mi casa no cometan esa infamia. 24 Aquí está mi hija, que es doncella, y la concubina de él. Se las voy a sacar. Abusen de ellas y hagan con ellas lo que les parezca; pero no cometan con este hombre semejante infamia.

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